La vida es el tren, no la estación.
Nuestra vida es un viaje constante, de nacimiento y muerte.
Cambia el paisaje, cambian las personas, las necesidades se transforman,
pero el tren sigue adelante.
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La mayoría de los seres humanos son como las hojas que caen de los
árboles, que vuelan y revolotean por el aire, vacilan y por último se
precipitan al suelo.
Otros casi son como estrellas, siguen su camino fijo, ningún viento los
alcanza, pues llevan en su interior su ley y su meta.
¿Y tú, mi estimado lector, de cuáles eres?
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